martes, 27 de mayo de 2008

"Una verdad comercial de Al Gore". 8/10


(Antes de que lean el análisis crítico, quiero destacar que el mismo fue hecho, conjuntamente, con Iara Houghton hace ahora un año)

Una verdad Incómoda es una película documental realizada por Al Gore, vicepresidente durante el gobierno de Clinton y político de relevancia mundial, estrenada en el 2006, que trata sobre los aspectos científicos del calentamiento global, así como de su impacto social y medioambiental. Con un tono dramático y personalista, el político, usando numerosos datos estadísticos, redunda sobre las consecuencias que estos hechos causarán en nuestro planeta, si no detenemos esta catástrofe ecológica.

El film se centra en una de las conferencias del norteamericano, que realiza desde que perdió las elecciones presidenciales en el año 2004. En el documental se intercalan piezas audiovisuales que resaltan aspectos relevantes de su trayectoria personal, narradas en voz en off, de manera conmovedora, mientras vemos fotografías reales de su vida.

Por medio de una división tripartita, Davis Guggenheim, director y guionista del proyecto, estructura la narración de la siguiente forma:

A) Presentación de Al Gore e introducción del cambio climático. También relaciona su implicación en el problema a partir de dos hechos claves, como fueron sus experiencias con algunos profesores de su facultad y el accidente que casi lleva a la muerte a uno de sus hijos cuando tenía seis años.

B) Consecuencias del cambio climático. Es el nudo del documental, por tanto, la parte más extensa. Con la ayuda de diversos gráficos y estadísticas, se explican en profundidad efectos del calentamiento global, como son los huracanes, precipitaciones concentradas, incremento de las sequías, glaciaciones, pérdida de biodiversidad y deshielo, con la consecuente subida del nivel del mar.

Paralelamente, se introducen los siguientes dramas: el huracán Katrina que sacudió a Nueva Orleans; la importancia que tuvo, en la afronta del problema, su infancia entre Washington D.C. y un rancho en el midwest norteamericano; la frustración que sintió cuando perdió las elecciones.

C) Causas del cambio climático y denuncia de la política medioambiental de EEUU. Apunta tres causas fundamentales: superpoblación del planeta; quema y tala de bosques y emisiones de gases de efecto invernadero.

Entre el discurso introduce: su relación con los científicos chinos; paralelismo de la muerte por cáncer de su hermana y el desgaste del planeta; fraude científico; objetivo de Al Gore: concienciación mundial y éxitos de EEUU sociales y medioambientales.

“Al Gorismo”. Este documental no se entendería sin el énfasis sobre Al Gore. Su implicación con el cambio climático toma tanto protagonismo como el conflicto en sí, está determinada con puntos clave de su vida, mencionados en la sinopsis precedente.

Detectamos cierto egocentrismo en algunas frases, como la que dirigió a científicos estadounidenses cuando se negaban a mostrar el evidente deshielo del permafrost: “yo fui allí para persuadirles de que lo mostraran”. También notamos un discurso ególatra, en el momento en que sus viajes y sus amigos predominan sobre datos esenciales. Su “incesante” búsqueda de la verdad alrededor del mundo constituye un “al gorismo” destacado.

El tratamiento lingüístico y audiovisual refuerza la imagen demiúrgica del político porque aporta dramatismo. Para su lucimiento personal se abusa de los primeros planos y de la teatralidad del norteamericano; por otra parte, la voz en off, las frases cortas enfatizadas y los adjetivos hiperbólicos sensibilizan al espectador.

“USAcentrismo”. Consideramos que es un documental dirigido, especialmente, al pueblo estadounidense. El “nosotros” está presente en toda la película, implicando, con persistencia, al espectador norteamericano.

Destacamos varias referencias: EEUU, como mayor contribuyente de CO2 al planeta; fraude científico focalizado desde el Parlamento estadounidense; la industria automobilística norteamericana resulta ineficiente energéticamente; único estado desarrollado, junto a Australia, que no ha ratificado el protocolo de Kyoto; mención a la falta de voluntad política de la administración Bush; conquistas sociales y ecológicas de USA a lo largo de la historia; prominencia de imágenes cercanas que emocionan al público norteamericano, como por ejemplo el hipotético hundimiento del monumento conmemorativo a las víctimas del 11S.

Labor pedagógica. Sin duda, el objetivo prioritario del documental es el de concienciar a los espectadores del problema que supone el calentamiento global. Por este motivo, utiliza con recurrencia la animación, para explicar de forma sencilla algunos aspectos científicos.

Hay tres puntos que debemos destacar: En los títulos de crédito aparece una batería de recomendaciones que los ciudadanos pueden seguir para paliar los efectos del cambio climático; “hacer lo correcto nos impulsa hacia delante” y “separar la verdad de la ficción, los avisos deben ser escuchados”, dos frases apelativas fundamentales, situadas en distintos momentos de la narración, que buscan aunar esfuerzos en este conflicto.

Datos estadísticos. Para entender el impacto del documental en la sociedad, nos tenemos que remitir a la prominencia que portan los gráficos y las estadísticas en el desarrollo de la narración, apareciendo, puntualmente, de forma espectacular; si nos quedaba alguna duda sobre el increíble aumento de las temperaturas durante las últimas décadas, Al Gore subido a una grúa, representando lo exagerado del dato, elimina el error. Vemos fascinantes gráficos que muestran el aumento de temperatura del mar, las corrientes marinas, el aumento del CO2, la aparición de nuevas enfermedades infecciosas, gráficas que comparan a la actualidad con pasadas glaciaciones, entre otras.

Durante la conferencia, en ningún momento dejamos de ver las gráficas, creando un espacio de triple plano visual (una pantalla central y dos plasmas), que sirven al espectador para no perderse las estadísticas mientras enfocan en un plano medio a Al Gore.

Crítica al gobierno de Bush. Para Gore, el cambio climático es tanto un problema político como moral. Aunque no lo hace de forma explícita, critica a la actual administración. Lo podemos comprobar cuando ironiza sobre un profesor, equivocado en sus teorías, al que contrata Bush para que le asesore; “tenemos la capacidad para reducir las emisiones de CO2, pero falta la voluntad política. Sin embargo, tenemos la suerte de que, en este país, la voluntad política es un recurso renovable” y “es posible que debamos preocuparnos de otros problemas además del terrorismo”, dos frases con bastante beligerancia política; reprocha la falsa elección del gobierno de Bush entre economía y medio ambiente. Finalmente, en los títulos de crédito aparece alguna indicación tendenciosa, respecto a la dirección en la que debe ir el voto en las próximas elecciones.

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jueves, 22 de mayo de 2008

"Tierra" de Médem. 8/10


“Tierra”, de Julio Médem, fue estrenada durante el año 1996 sin crear demasiada polvareda. Fue continuadora estilística de las primeras dos obras del autor, “Vacas” y la “Ardilla Roja”. En Tierra, Médem conserva gran parte del plantel de actores de sus primeras obras. Posiblemente, la tercera es la mejor de las tres, ya que muestra en cada uno de sus fotogramas mayor madurez y complejidad.

“Tierra” resulta ser una fantasía prodigiosa, fascinante, paladeamos lo que debe ser estar durante casi dos horas en la mente de un nuevo genio, Julio Médem, guionista y valedor intelectual del proyecto. Contemplamos que la grandiosidad de la obra deja anonadado a quién la ve, sobre todo por su mundo de las ideas en donde cualquier entelequia placería a su gusto.

El lema creativo del film podría ser “la imaginación al poder”, puesto que todo circunda, fuera y dentro del producto final, alrededor de esta premisa. El protagonista acusa su imaginación hasta que le lleva a una locura hermosa; el director, previsible deudor de la demencia imaginativa, entrelaza los paradigmas y ensoñaciones en una obra heredera de Shakespeare por su sagaz método creativo, donde la predisposición a la belleza discursiva de Ángel, el personaje que encarna Carmelo Gómez, lidia con finura en cada una de las conclusiones reflexivas, mostrando una amalgama de frases sublimes e intenciones inmejorables.

Cabe la posibilidad de que yerre Médem en alguna parte de la historia donde resulta algo previsible. Médem también se pasa de revoluciones en el manejo de la historia, desvirtuando lo que parecía ser una fábula. Finalmente, abusa de la simplicidad de algunos personajes y de la complejidad de otros, y esto provoca un desnivel que, en algunas ocasiones, es difícil de saltar por el espectador, aunque este presuma de ser muy avezado. Para dar un ejemplo, sobran los minutos nucleares del padre del personaje que interpreta Emma Suárez, porque el personaje ya estaba desnaturalizado dentro de la película desde su maravillosa intervención al principio de la misma.

En esta película, la cacareada calidad musical de Alberto Iglesias no pasa de ser un buen acompañamiento, que no impresiona, pero de forma directa y, puntualmente, agresiva, pone el punto sobre la i.

Tierra rezuma las mejores características del cine europeo y mundial. Médem ostenta la bandera surrealista en el anodino cine español, en donde hay demasiadas denuncias y pajaritos que no encuentran el norte. La recomendación es clara y sin ambages, si la sumamos a las positivas “Los amantes del círculo polar” y “La ardilla roja”, todas ellas convierten al director donostiarra en el mayor exponente del cine español disímil.

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viernes, 16 de mayo de 2008

La depravación moral de Ferrara. 7/10


“Teniente corrupto” es la sexta película de Abel Ferrara, fue rodada en el Nueva York de principios de los 90 y estrenada en el 93 con el consiguiente revuelo por su argumento que no deja de hurgar la moral.

Este film de Ferrara es una muestra perfecta de lo que debió ser el cine independiente americano en los noventa. Entre sus muchas virtudes, destaca la irreverencia de la obra ante el espíritu bienpensante e idealista americano. Esta obra supone un sopapo a los cuerpos de seguridad del estado, muchas veces enaltecidos por el cine hollywoodiense cuando incorpora, en casi cada historia que cuenta, a superpolicías patriotas que visten una moralidad intachable y a los que sólo se les permite pecar, si después les llega una insondable redención o un castigo más que merecido.

La película es provocadora porque se escoge a uno de las instituciones más sensibles de cualquier sociedad democratizada y se la tacha de corrupta, frívola, ociosa, supervalorada, lardosa, que posee toda la mala fe del mundo y de la que nadie en su sano juicio podrá hablar bien sin sufrir acto seguido de una noma mortal.

“Teniente corrupto” no es del todo original, porque a lo largo y ancho de la historia del cine ya nos han contado lo del “poli malo”. Lo que sí supone específico en esta película de Ferrara es el ambiente de extraña normalidad en la que nos inmiscuimos. Si comprendemos el objetivo ambiental del film, no es de extrañar que la primera escena en la que aparece Harvey Keitel sea en una acción de curiosa cotidianeidad, cuando recoge a sus hijos maleducados, en apariencia, producto de una educación de un padre despreocupado.

El papel de Keitel es memorable, parece que fue hecho a su medida y nos hace imaginar que Ferrara debió pensar en él mientras escribía el guión. La etopeya del personaje varía durante “Teniente corrupto”, su rostro gélido y mirada perturbada, en algunas ocasiones, deja paso a destellos de humanidad patética. La vileza que contemplamos esconde erupciones de bondad y compresión inimaginables en un personaje plano y mal planteado, por lo que se revela el guión de Zoe Lund y de Abel Ferrara como una verdadera revelación intrínseca.

La contrición final de Keitel ante el delirio jesuita, hace más gracia que acongoja, pero merece un aplauso la valentía por poner a Jesús en una historia cuando no se le requería, como figurante de la vida, como el negro que le dio sangre .

Lo negativo de “Teniente corrupto”, además del título, ruda simplicidad, es la escasa capacidad expresiva de la fotografía y de la iluminación durante casi todo el film, con escenas mal encuadradas, luz demasiado directa y ambiente irreal demasiado a menudo.

“Bad Lieutenant” es recomendable por la fortaleza de su guión, originalidad noventera y porque deja la sensación en el espectador de una profunda plenitud cuando termina la película, ya que, como poco, la cinta propone un ejercicio intelectual indudable, además de un juicio moral a varias bandas.

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miércoles, 14 de mayo de 2008

"El hombre con la cámara" de Vertov. 8/10


El director polaco Dziga Vertov realizó, en el año 1929, un documental que llevó como título “El hombre con la cámara”. Resultó ser la película soviética que plantea la más profunda, densa y compleja reflexión sobre la vida y las costumbres de San Petersburgo y de la “benjamina” URSS comunista.
La cinta no obvia los valores morales y económicos que conformaron al segundo bloque más importante en poder e influencia, después de EEUU, durante el siglo XX. Destaca la exaltación de las asociaciones obreras que, según la película, aportan orden y control en la sociedad, junto con las ínfulas actividades deportivas que práctica una sociedad en ebullición.

El film es una muestra, sobre todo, de la cotidianeidad de un país que despierta en un nuevo régimen. La óptica de la cámara es puramente humanista, no deja de extrañar que en un estado colectivista y estatalista como era la URSS, saliesen productos de expresión individualista del estilo de la película de Vertov.

En la película se trasluce cierta dosis de propaganda que no molesta en demasía por su escasez, resalta la figura de Lenin como líder espiritual de la revolución. Uno de los aspectos más criticados del cine soviético es su inserción en la maquinaria de propaganda, con la consecuente pérdida de calidad e independencia creativa. Sin embargo, en “Chelovek s kino-apparatom” la aparición de la propaganda da la sensación que es más una renta al sistema que una intención primordial del director y guionista polaco.

Los aspectos técnicos de “El hombre con la cámara” sorprenden al más escéptico que se atreva a creer en lo arcaico del cine mudo. La comparación audiovisual entre la película de Vertov y “Naqoyqatsi” (Godfrey Reggio, 2002) puede parecer muy osada, pero desde el punto de vista del ritmo visual, lo único que realmente se puede comparar, se revela la película soviética como la predecesora conceptual de la maravilla de Reggio. El montaje de Vertov está influenciado por el constructivismo y el futurismo, Reggio adsorbe esta concepción del ritmo pero le agrega una dinámica digital que provoca un resultado más compacto y moderno. La velocidad, el riesgo y la planificación de los planos son símbolos de una cultura cinéfila soviética que, en este documental de Dziga Vertov, supone el cenit de la experimentación cuando el 7º arte no era ni tal considerado.

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lunes, 12 de mayo de 2008

"Tocando el cielo" pot Macdonald. 8/10


El espectador que antes de ver “Touching the void” crea que esta película trata sobre montañismo se equivocará completamente. El film inglés gira en torno a la voluntad, la lucha por la supervivencia, el acompañamiento infinito de la muerte, el esfuerzo absoluto por encima de lo posible, la vida y la muerte si queremos ser petulantes.

Esta película documental estrenada en el año 2003, fue dirigida por el afamado y experimentado documentalista Kevin Macdonald, creador de “One day in September” o “My Enemy´s Enemy”.

“Tocando el cielo” resulta ser uno de los mejores documentales de esta década, ya marcada por el fuerte desarrollo de la creatividad documental, junto con su llegada masiva a la gran pantalla y, por tanto, la aparición de los beneficios económicos.

65 años después de que Leni Riefensthal dirigiera su “Triumph des Willens”, aparece de la nada, hecho cine, el verdadero triunfo de la voluntad de la mano de dos escaladores británicos, Joe Simpson y Simon Yates, que, a mediados de los 80, lucharon contra su ambición y contra el destino cuando subían en Perú, para después bajar, el pico casi vertical de 7.000 metros “Siula Grande”.

Documentales sobre accidentes montañeros se han hecho muchos desde hace décadas en la pequeña y en la gran pantalla, pero casi nunca se han presentado junto a una dramatización tan cuidada y precisa, como la que hay en el caso de “Touching the void”. En este film destaca la fotografía de Mike Eley y la creíble representación de los actores en todos los momentos claves, mientras las voces en off de los implicados repasan con supuesta honestidad sus vivencias en la montaña.

Estremece especialmente el relato de Simon Yates, porque en la realidad se vio con un pie en la tumba, sino con los dos. Por esta razón que se representa sin morbo, impresionan los detalles con los que narra la autosugestión a la que tuvo que someterse, para no dejarse desfallecer durante los momentos más críticos. En el rostro y en el relato de Joe Simpson vemos recorrer la ambivalencia de quien salva la vida pero deja a su compañero bajo la suerte de la montaña. El espectador le perdona y le comprende, sentimos empatía con él por la humanidad de su historia.

La exacerbación del sentimentalismo no deja de ser uno de los errores minúsculos de la cinta, sobre todo por el uso inadecuado de la música. Los directores no confiaron plenamente en el poder emotivo de la historia, es un desliz, y decidieron agregar sal y azúcar a un plato que ya estaba en su punto.

La película es recomendable a más no poder, después de verla notamos un insuflo de aire fresco que nos da fuerzas incontestables para poder rebatir al mundo, en nuestras vidas, por sus ganas de ponernos trabas.

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domingo, 11 de mayo de 2008

Naufragio de Hitchcock. 7/10


“Ciudadanos a la deriva de la 2ª guerra mundial”, bien podía haberse llamado así la película que dirigió el notable Alfred Hitchcock en 1944, durante el declive y consiguiente “Happy End” de la “Segunda Gran Guerra”.

“Náufragos” no es una sencilla épica de aventuras en lucha por la supervivencia, de hecho, es casi todo menos un film dotado de llana simplicidad. Podemos vislumbrar en cada secuencia dobles lecturas, unas políticas y otras menos ocasionales. El autor inglés, famoso por su oda a lo banal, se calza el mono de trabajo y pone su granito de arena en el desafío de ganar la guerra ideológica y moral a los alemanes o “alemanados” que vivían en aquel globo terráqueo que estaba en previsible implosión.

Esta película se sumó a un grupo de películas Hollywoodienses, hechas entre el 39 y el 45, que pensaban más en la guerra que en el arte. Destacó la figura del también inglés Cary Grant, con títulos como “Once Upon a Honeymoon” o “Penny Serenade”.

Resulta una sorpresa, a 64 años vista, ver una película de Hitchcock politizada, en la que puso a caer de un burro a los alemanes, que resultaban ser nazis, y los deshumanizó con profusión, ya que les extrae en “Náufragos” valores esenciales para cualquier raza, por muy pura que se les pinte, como la bondad y, de paso, también les excluye de la concesión de una segunda oportunidad.

A colación de esta visión anti - alemana, los dos personajes alemanes se distinguen como símbolos ideológicos del panorama histórico – político de la primera mitad del siglo XX y de sus contiendas. Mientras los americanos, emigrados o no, son muestras del democratismo y de la caridad judeocristiana. Los alemanes son rastreros superhombres al servicio del mal.

La aparición del segundo alemán, más joven, mejor armado y con la mirada mucho más amenazante (paradigma del Nazismo) ratifica la idea implícita que se distingue en la película, que no deja de ser otra que aquella que dice que la aparición del nazismo fue consecuencia de la indolencia de las grandes naciones vencedoras de “La Primera Gran Guerra”, que con ingenuidad dejaron libre la gestación de una nueva generación alemana asqueada y avergonzada por la primera “Gran” derrota, pero que a su vez necesitaba de la venganza para poder continuar su desarrollo.

En “Náufragos” las disquisiciones morales de los personajes son, quizás, de mayor planicie que en otras películas del inglés. A causa del servicio utilitarista de la historia y de los personajes, que no llegan a tener un tono titiritero por el talento demostrado de su director en el manejo de los actores que tanto despreciaba.

La habilidad y el control de Hitchcock de las puestas en escena complejas está potenciada, en esta ocasión, por la tensión inherente al reducido espacio de la balsa y el acontecer incierto de cada uno de sus personajes.

Este “Náufragos” no es la gran obra maestra del autor, ni siquiera es la mejor película del inglés en la década de los 40, pero no por ello hay que menospreciar una obra realizada con inteligencia y con la necesaria planificación de arquitecto del cine que crea una de las películas más entretenidas e impersonales de Hitchcock.

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